Uno de los principales obstáculos para practicar la meditación es que no encontramos el momento adecuado o hacemos tiempo para hacerla un hábito, pero existen ciertos momentos de nuestras rutinas diarias que podemos aprovechar para despejar nuestras mentes.
Mientras comes: Explora las características físicas de lo que vas a comer: forma, color, tamaño… Mientras masticas ve fijándote en las sensaciones: temperatura, textura, sabor.
En la ducha: Trata de visualizar cómo el agua arrastra tu estrés, tu ansiedad, tus preocupaciones… Concéntrate en la sensación del agua sobre tu piel, en cómo te hace sentir.
Caminando: Centra tu atención en los pies, fijándote en la superficie que pisas, la firmeza del suelo, la temperatura… Pasa tu peso de un pie a otro.
En el transporte público: De pie, céntrate en cómo los músculos de tus piernas y pies cambian su tono para que mantengas el equilibrio, y en cómo los movimientos de tu cuerpo acompañan a los cambios de velocidad.
En el trabajo: Busca un lugar tranquilo o ponte unos audífonos con música tranquila y comienza a alargar conscientemente tu respiración. Pon una mano en el abdomen para sentir cómo se eleva y desciende.