¿Me hizo enojar o me enojé?
¿Cuántas veces en nuestra vida no hemos dicho “fulanita o fulanito me hizo enojar? Muchas veces ¿verdad?, pues bien, la verdad de esto es que nadie nos hace enojar, nosotros nos enojamos porque nosotros decidimos enojarnos, decidimos aceptar que me intolere lo que me dijeron, lo que me hicieron, en lugar de buscar una explicación positiva nos aferramos a alimentar más y más ese coraje que nosotros mismos generamos, ese coraje que nosotros mismos permitimos que se alojara en nosotros.
Seguramente has oído esta reflexión, pero me voy a permitir citarla, ya que habrá personas que no la hayan oído: En una universidad estaba un profesor dando su cátedra, cuando un alumno se levantó y empezó a ofenderlo muy fuerte, el profesor continuó dando su clase sin hacer caso alguno a lo que le acababan de decir, al término de ésta, se salieron todos los alumnos excepto el que lo ofendió, y se acercó al escritorio y le dijo que no entendía por qué no había reaccionado de otra forma, que por qué no se había enojado, el profesor le dijo “quiero que te guardes esto en tu cabeza: cuando una persona te da un regalo, tú decides si lo aceptas o lo rechazas verdad?, esto que acaba de ocurrir es igual, es un regalo que tú me estas obsequiando, y yo decido si lo acepto o no, y en este caso, decidí no aceptar tu regalo, te lo regreso.”
En la vida es igual, uno decide si acepta los “regalos” o no, que tan amablemente nos dan los demás, pero debemos de ser consientes de las consecuencias que nos traerá al aceptarlo y no culpar a nadie del coraje que me genera, ya que yo sólo lo decidí así.
Yo sé que no es nada fácil, yo también estoy aprendiendo, es una tarea difícil de llevar a cabo, pero cuando hacemos conciencia de las situaciones y cambiamos nuestra forma de ver las cosas, estos enojos irán siendo menos cada vez. Intentémoslo, no perdemos nada y al contrario, podemos ganar mucho y nuestro hígado y corazón nos lo van a agradecer.